Esa bolsa de pelos de la que hablo en el capítulo anterior…, me acompañó más tiempo del que podáis imaginar.
Sentía la necesidad de guardar los pelos que iba encontrando en la almohada, a día de hoy no entiendo por qué lo hacía.
Quizás era una forma de seguir conservando mi pelo.
Llevaba extensiones de nudo y yo misma las fui deshaciendo y me las quité en una sola tarde, ese día perdí muchísimo cabello.
Era algo que realmente me costaba mucho hacer, pues quien me conozca sabe que nunca me gustó el pelo corto…
Al quitarme las extensiones note que mi pelo estaba más largo, quizás por el pecho, pero muy pobre en cuanto a cantidad, así que me lo corté por encima de los hombros.
Días antes me había comprado un flequillo postizo y así pude disimular poco a poco la pérdida frontal del cabello, aunque no me duró mucho tiempo.
Con el viento, el flequillo se me volaba y se levantaba, y me creaba una sensación de inseguridad e impotencia insoportable.
Cada vez veía más cerca el momento de raparme la cabeza y, aunque no lo quería asumir, tenía que darme cuenta que era solo pelo, pero para mí, mi pelo era demasiado importante, como un amuleto, algo muy preciado que tenía que cuidar y la idea de perderlo me atormentaba cada noche.
Me costaba dormir, me ponía mejunjes en la cabeza que encontraba por YouTube …, hacía mil locuras con tal de no aceptar que eso estaba sucediendo.
Continuará….
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