Entre tantas cosas no te he contado que estudié peluquería, entre otras cosas. Siempre me hizo cierta gracia el chiste del colmo del peluquero…

Y es que la vida es así, a veces te golpea donde más duele, pero ¿quién dice que el dolor tenga que durar para siempre?.

Pues eso pienso yo, que esta vida tiene etapas, cosas buenas y cosas malas.

Pero piensa una cosa, sin las cosas malas, ¿valorarías del mismo modo las buenas?.

En mi opinión creo que la vida te da una de cal y una de arena por alguna razón, la cual desconozco.

Yo fui de esas personas que cuando estaba en la academia de peluquería, hacía de todo en mi pelo, pero básicamente siempre con el mismo corte; me daba igual no ir bien maquillada o bien vestida.
Lo que más me importaba era que mi pelo siempre estuviera perfecto.

Para ello pasaba mucho tiempo de mi vida arreglándolo, mimándolo y buscando entre mil y un productos aquel que hiciera milagros en mi pelo.

Mi pelo era rizado, un tanto encrespado.

De esos que duran poco lisos y en los que el rizo no se define por más espuma que le pongas.

En resumidas cuentas, mi pelo no era fácil de manejar, de hecho no era muy asidua a acudir a peluquerías, ya que nunca me gustaba como me peinaban, era demasiado exigente con mi pelo.

Me obsesionaba de tal manera que en la piscina o la playa no disfrutaba.

No metía nunca la cabeza en el agua, aunque me cociera bajo el sol abrasador.

Solo la idea de tener que pasearme por la playa con el pelo encrespado, me aterraba.

Siempre me hacía un moño, lo más alto posible, eso sí con una diadema ancha que sujetara mis orejas, y siempre a juego con el bikini.

La verdad es que a veces sentía ganas de saltar a la piscina, pero no lo hacía.

¿Esto es un límite verdad?. Un límite que yo ponía, una barrera que hacía que no disfrutara de algo tan maravilloso como sentir el frescor del agua en la cabeza en un día de verano.

Contándolo así parece que fuera un infierno tener pelo, para nada.

Lo que era un infierno de verdad era no valorar ese pelo en mi cabeza.

Bueno, siento que me salgo del tema así que te seguiré contando mi historia.

Llegó la nueva cita con el dermatólogo…

Semanas antes venía notando como cada vez que me peinaba o lavaba mi pelo, se caía cada vez más. Nunca me alarmé cuando noté algo así en otras ocasiones, solo que en ésta, el pelo nunca paraba de caerse, podía atascar el desagüe con mechones de mi pelo. Realmente esto fue bastante desagradable, ya que no paraba, tenía que limpiar el peine y pasarlo de nuevo y, una y otra vez, se llenaba de pelo.

Vi como mi pelo iba clareando cada vez más por la zona frontal, hasta que día a día vi como perdía zonas. Un día me lavaba el pelo, y al mirarme al espejo me faltaba una patilla, otro día un hueco más, y entonces decidí acudir de nuevo al médico, ya que no sabía qué estaba pasándome, aunque podía imaginarlo; creo que mi mente quería decir NO, esa sensación de que sabes que algo va a pasar, pero no te haces a la idea.

Pues eso me pasó a mí.

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Chikiyilla

Enamorada de la vida💕

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